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El tema de la sombra es complicado y difícil de tocar. Sicólogos, terapeutas, filósofos, han buscado explicarlo y ayudar a las personas a reconocerla y trabajar con esa parte de nosotros mismos. He escrito este pequeño cuento sobre la sombra…. espero les ayude a comprender más sobre su influencia en nuestras vidas.

“La Sombra»

Un hombre iba caminando por un sendero y volteaba continuamente hacia atrás apretando los puños como si se defendiera de alguien que lo atacara. Un sabio pasaba por ahí y al verlo le preguntó. «¿Con quién peleas, buen hombre?”.

El hombre le dijo: «Contra uno que me viene persiguiendo». El hombre sabio le dijo: «Nadie te viene persiguiendo, es tu sombra la que te acompaña siempre”.

«Pues quiero que se vaya» replicó el hombre.

«No hay forma de que se vaya, pues es parte de tí”. dijo el sabio.

“Pues entonces que desaparezca, me inquieta, me asusta, me avergüenza”. Insistió el hombre

“Sólo hay una forma que desaparezca”, dijo el sabio,  y es trayendo tu sombra hacia la luz, viéndola de frente, aceptándola, abrazándola.  La luz que puede alumbrarla es la luz de tu consciencia. Solo así dejarás de estar inquieto, solo así cesará el miedo y la vergüenza dará paso a la compasión y al amor por tí mismo. Aprenderás que todos tenemos una sombra, que cuando vemos en otro algo que nos molesta, en realidad estamos viendo el reflejo de nuestra propia sombra en esa otra persona. Por eso la rechazamos, peleamos con ella, nos sentimos atacados y creemos que somos mejor que los demás. Cuando aceptamos nuestra propia sombra podemos aceptar también que el otro está luchando contra su propia sombra y podremos no engancharnos, no defendernos y a cambio brindarle amor y comprensión también.” Concluyó el sabio.
“Pero eso es muy difícil”. Abatido dijo el hombre, «me dá miedo acercarme a mi sombra”.
“Así es, lo que te pido es el acto de mayor valentía que como hombre puedes llevar a cabo, que es amar la parte de tí que no quisieras que existiera. Sin embargo, es ahí donde te reconciliarás contigo mismo, aprenderás a perdonarte, a ser más humilde y a juzgar menos. Te sentirás menos observado y atacado por los demás, porque entenderás que en realidad todos somos espejos de las sombras de los demás”.
El hombre suspiró, miró al cielo, relajó sus brazos, abrió sus puños y puso su mano derecha en su corazón y dijo con los ojos cerrados: “Querida sombra, ven conmigo, no pelearé más contigo, no te negaré ni me sentiré avergonzado de tí. Estaré atento a observar en qué momento surges y dirigiré la luz de mi consciencia hacia tí para que te fundas en mí como parte de mi humanidad”.
Dicho esto, el hombre abrió sus ojos, miró al sabio con una ligera sonrisa  y prosiguió su camino.